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La era de la Inteligencia artificial (IA) plantea un escenario con certezas e incógnitas por igual. Por un lado, nos encontramos ante una nueva revolución tecnológica. Por el otro, preguntas éticas y legales sobre qué sucede con el derecho de autor.
La IA gana cada vez más terreno no sólo en los titulares de la noticias sino en la vida cotidiana de las personas: está en boca de todos. ¿Quién no se ha visto tentado a preguntarle al ChatGTP, el chatbotque logró alcanzar una masificación en tiempo récord generando contenido e imitando la conversación humana?
El nuevo contexto nos enfrenta con varias cuestiones. Entre ellas quién es el autor intelectual del contenido generado por una IA, que interpela sobre el consumo de las obras consultadas que cumplen el rol de fuentes y que pueden disponer de derecho de autor. O lo que es lo mismo el uso sin permiso que trae aparejado repercusiones morales, éticas y económicas.
En Estados Unidos, por ejemplo, la Ley de derechos de autor protege de manera monopólica a los autores e inventores hasta 95 años tras la publicación de obras colectivas o la vida del autor más 70 años. Posteriormente los derechos exclusivos son liberados y el material pasa a manos del dominio público. Somos testigos de cómo clásicos de la literatura, la música y el cine se vuelven de uso libre para futuras creaciones. Siguiendo los pasos hollywoodenses, en el último tiempo el gremio de la actuación realizó una huelga en demanda de mejores salarios y de protección contra el auge de la inteligencia artificial.
A priori, el debate en primera instancia parecería quedar zanjado si la “obra” creada por la IA citara sus fuentes. ¿Sería una solución suficiente y satisfactoria para los involucrados? ¿Es posible una IA razonada, transparente y justa? ¿Temor, impulso o amenaza a la creatividad, reconfiguración del trabajo, democratización del contenido, adaptación o todas las anteriores?
Ahora bien, también es cierto que la realidad tiene sus propios tiempos, y el caso de la IA no es la excepción. Ya comenzaron a haber antecedentes, y por ende a sentar precedentes. Nos referimos al primer cómic creado por IA: ‘Zarya of the Dawn’ realizado por Kris Kashtanova con Midjourney. Por su parte, la Oficina de Derechos de Autor de Estados Unidos, que en un primer momento había reconocido el copyright a su autora, se ha expedido al respecto dando marcha atrás diciendo que no se pueden proteger los derechos de una obra “no humana”, considerando que Midjourney no es un co-autor aceptable, ya que genera imágenes a partir de material de otras personas que pueden estar protegidos por derechos de autor. Su decisión estuvo basada a partir de la repercusión que tuvo este cómic en redes sociales, y a la solicitud de protección a la cual considera, como mínimo, incompleta al omitir datos sustanciales en cuanto a la autoría.
En Costa Rica también comenzaron a darse los primeros pasos en la regulación de la IA. En mayo de este año se presentó, en la Asamblea Legislativa, el proyecto de ley N.º 23.771 que propone una serie de principios éticos y derechos fundamentales. Entre ellos: la equidad, la responsabilidad, la transparencia, la privacidad y protección de datos personales y la seguridad. Además, considera la creación de una Autoridad Reguladora de Inteligencia Artificial (ARIA), para supervisar su cumplimiento y para establecer lineamientos técnicos y éticos. Por último, expresa que se establecerán sanciones para quienes incumplan con sus disposiciones (desde multas, prohibiciones temporales o permanentes, entre otras)
Dos cuestiones se vuelven relevantes: ¿Es válido que la IA se “nutra” de obras protegidas? ¿Y qué sucede con la protección por copyright si creo una obra con un generador de imágenes (como Midjourney)? El debate está abierto.
“Tu derecho termina donde empiezan mis derechos. Y mi derecho termina donde comienzan el de los demás” se trata de un principio jurídico universal. Es imposible negar que esta revolución tecnológica plantea una serie de retos y cuestiones a resolver. Entre ellas, un futuro marco jurídico que legisle acorde al nuevo contexto porque la IA ha llegado para quedarse.